¿QUÉ ODIAN LOS VIEJOS?
Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: mayo 24, 2025
“Cuando veamos a alguien que es famoso o poderoso… o que goza de algún tipo de prestigio, no nos engañemos dando por sentado que es feliz” (Pigliucci)
El ser humano basa su existencia en pensamientos filosóficos así no lo diga y no lo sepa, ya que los buenos tiempos son historia, siempre recordando que todo lo anterior fue mejor, llevando la supervivencia como si llevaran ganado al matadero.
El título de este artículo tiene su origen en una entrevista realizada al filósofo, psicoanalista y crítico cultural esloveno Slavoj Žižek, quien se ha dedicado a hablar sobre la ideología “como un proceso de producción de prácticas y sentido cuya función es la producción y legitimación de relaciones de poder”, e igualmente que estamos en una nueva era en la que no se puede pensar mejor, si no aprender a sobrevivir, “pues la sabiduría es lo que más odio, es una absoluta estupidez conformista”, por lo que a pesar de todas las circunstancias presentes es al ser humano a quien corresponde buscar la mejor manera de sobrevivir, interpretando todo aquello que no le permite tener el control de su vida.
Cómo sobrevivir si en el ambiente se observa una patente falta de respeto a la cultura, al análisis de ejemplos tomados de la vida real, de la competencia entre los gobernantes para demostrar quién mejor gobierna a pesar de sus deslices y metidas de pata flagrantes; o de cómo observamos los supuestos funcionales de las cartas políticas, tratando a todo momento de reformarlas para adecuarlas a las conductas por demás delictivas y permisivas, o cómo la interpretación de la ilustración occidental ha permeado los conceptos de verdad y falsedad.
Será entonces que no estamos hablando con el mismo lenguaje, será que el lenguaje técnico de algunos afecta la forma como entendemos, o el lenguaje locuaz y sencillo es difícil de comprender por aquello de los intereses individuales, o el lenguaje usado por politiqueros o encantadores de serpientes, se convierten en discursos que promueven las deficiencias políticas, distorsión en los regímenes actuales o el sujeto de comprensión se ha convertido en objeto de diversos ataques teóricos.
Nos creamos una falsa conciencia sostenida en las verdades dichas en los discursos a los que no tenemos acceso, pero que nos llevan a que insistamos en que no vivimos en un mundo seudoideológico, sino en uno amparado en las verdades a medias, en ideas socialistas pasadas de moda, criticadas por una derecha con controversias políticas y que hacen discutible en todo momento su ideología de salvación.
De hecho, “no tiene sentido desear la fama, la riqueza o el poder, sino ser libre”. (Pigliucci, filósofo experto en estoicismo), ya que siendo libres tenemos el control de nuestras vidas, e igualmente controlar nuestra felicidad. Y qué odian los viejos, precisamente las prendas caras, los viajes por el mundo, la competencia de marcas, antes la vida era más sencilla, se desarrollaba a plenitud el principio de alteridad, muy dado a conocer por Jesús de Nazaret, no importaba la fama ni el poder, la vida en comunidad era el principio de vida, “entonces no tiene absolutamente ningún sentido envidiar a querer ser como otra persona” (Epicteto)
La gran conclusión es preguntarnos ¿a qué juegas en la vida?, a tener más dinero, a tener fama, a sobresalir por los méritos, y de ser así, la respuesta es obvia: “vas a perder”. Lo que sí es verdad es que está en sus manos ser un poco mejor cada día, siendo la base de ese logro la satisfacción personal, la felicidad duradera, ser un sujeto libre, sin asociar estos conceptos a sujetos de ideas utópicas.
La idea de una muerte lenta refleja la lucha contra la lista que nutre la supervivencia del ser humano, sin parloteos ni conversaciones de corrillo, las reuniones largas y las cenas con personas que no aportan nada al crecimiento del individuo y a esa apariencia esencial de la que hablaba Hegel, cuando se refiere a la falsa sensación de libertad. Ya no se trata de quién eres, de lo que tienes o de lo que hiciste en el pasado. No se trata de tu clase social, tu cuenta bancaria, ni tu profesión. Se trata de ti, y de lo que vas a hacer ahora.
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