LA PALABRA, UN MUNDO PARA CREAR LA BELLEZA QUE OLVIDAMOS
Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: diciembre 3, 2025
“Ahí estaba la Guerra. En el principio está la guerra. Y en el principio está la palabra. ¿Una palabra?” (Hélène Cixous)
Se ha preguntado alguna vez del porqué la palabra tiene tanta incidencia en el devenir del hombre y cómo con esta se han iniciado y calmado guerras. De otra parte, como con esta se han engendrado mundos, se han iniciado y terminado aventuras, pero también ha servido para retratar la propia identidad del hombre y su sociedad.
A veces con la palabra se hacen denuncias sobre vulneraciones de derechos humanos, sobre cómo estamos siendo gobernados e incluso si amamos u odiamos, una perversidad que se instala automáticamente en la psique del hombre dada su naturaleza, además que el don de la palabra viene inserto en la característica del ser humano y este es quien decide si la utiliza bien o mal. También se usa para alabar a mandatarios excelentes y perversos, que demuestran su habilidad o ineptitud para gobernar de los cuales hay muchos.
Cuál es la misión de la literatura en esta época de barbarie, hambrunas, aumento de muertes por cualquier razón, los católicos contra los musulmanes, la izquierda contra la derecha, guerras sin razón entre países pobres y ricos, pero lo más indignante es esa podredumbre generalizada en la perdida de los valores y en donde la construcción de identidad quedó relegada a un segundo plano de lo más bajo.
La palabra debe ser creada y usada para recrear la vida en búsquedas vitales que dialoguen con los dioses tutelares del arte de contar historias, con preguntas primigenias sobre cómo nació la escritura y cuál ha sido su evolución a través de los siglos, para llegar a ese vocabulario moderno que se tiene hoy para perfeccionar esa comunicación inter-social, que usa y desusa para bien o para mal las diferentes lenguas existentes en el planeta.
“Palabras poderosas, peligrosas, algunas son suaves como besos, otras son afiladas y llameantes como puñales. Puñales envenenados. Las palabras se hacen la guerra, las palabras hacen el amor” (Discurso: Las aventuras de la literatura. Hélen Cixous. Madrid, 1 de octubre de 2025); de ahí que a la palabra se le ha satanizado y al mismo tiempo se le ha ensalzado, por aquello de ser utilizada en la filosofía, el psicoanálisis, la lingüística, la historia y hasta en la memoria de la ensoñación para crear obras literarias en este u en otros tiempos. Surge entonces el interrogante si el ser humano debe hablar o callar, si habla se está expresando con su propia libertad, pero si calla está pretermitiendo derechos, vulnerando otros o tal vez encubriendo algunos. O quizá se rememoren cuáles fueron nuestras primeras palabras, cómo se dijo y ante quién se dijeron y cuál el sentido de estas.
Tremenda discusión se genera hasta ahora pues se ha insistido que con la palabra se hace la guerra y se hace el amor, se construye y se deconstruye, se insulta o se defiende, se escribe una historia o se acaba con una tradición, se hace cultura o aculturación, es decir existen argumentos para referirnos a esa hipérbole angustiante en que se ha convertido la existencia del hombre y la forma de cómo se expresa de ella. Basta ver los discursos políticos, los enfrentamientos entre los sujetos de cualquier índole, estrato o posición social. “No dejaré que me ejecuten. La literatura es la libertad. Intento comprender. Pensar más allá”, (esta es la primera frase de El proceso, de Kafka) esto es, decir lo que no se debe decir o entrar en ese jardín prohibido de las tormentas que estallan en nuestro interior al iniciar una conversación, el buscar qué vamos a decir o cómo argumentaremos las contradicciones para escribir en la memoria aquello que apenas empieza a escribirse.
Nace la colera, nace la envidia como ese grito de dolor que rima con el silencio, o el mantener la distancia entre la traición, esa que emana sangre como si viera sido atravesada por lanzas que convierten el derecho, las fuerzas y el ser testigo de esa tortura al escuchar como otros vilipendian la palabra, la humillan, la maltratan como si no existieran vocabularios y diccionarios que reconocieran la bella de lo que esta quiere manifestar; o cómo mantener la distancia de lo que traiciona el poder de la palabra con las pasiones del hombre y su necesidad de llorar por la adulteración de esa literatura de lujo como testigo de la memoria de ese personaje hendido a golpes por no callar y hacer temblar los sueños, las indiferencias y los gritos de las tinieblas, esa oscuridad que llama al nombre de lo aprendido antes de la muerte.
Personajes muchos como El Quijote, Kafka y sus ocurrencias existenciales, Moisés como historia, Rousseau y su labor social y muchos otros, que vienen y van sin orden, sin cifra y sin fecha en los tiempo, pues si tuviéramos más tiempo haríamos una lista de nuestros conocidos, qué nos han dejado estos como principio de eternidad como si fuera un directorio telefónico; lo que permite mantener conversaciones internas o externas con ese universo simultáneo en el que nos desarrollamos, qué ocurre entonces en nuestra cabeza, acontecimientos y descubrimientos, continentes nuevos o antiguos, selva contra desierto o vacilar ligeramente cuando se nos menciona: “el cómo pensar en mí”.
¡¡¿Entonces ya estamos otra vez en lo mismo?!! ¿La Guerra? ¿La Violación de la Vida? (Hélène Cixous), de qué hablamos: de la vida, la historia, la libertad, de la escritura, de la pasión y la revolución o solamente empezar una nueva creación poética.
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