EL EGOISMO DE LA LIBERTAD Y LA SENSACIÓN DE LO QUE SE QUIERE

              “Ser humano, criatura asombrosa, ¿quién eres?”.                 ( László Krasznahorkai )

Pareciera que el mundo se está resolviendo al revés. Solo no se piensa en lo que vemos, sino en aquello que nos apetece, pues la libertad se volvió egoísta, es decir, ese concepto de libertad ya no es responsable, sino que es un efecto colateral del individualismo que rige al hombre en este momento coyuntural de la historia.

Como expresa Victoria Camps, filosofa española experta en ética, feminismo, bioética y política: “el ideal de libertad moderna se ha transformado en un permiso para satisfacer deseos inmediatos, dejando de lado el sentido de deber y la consideración hacia los demás”, se ha traducido en que libertad es conseguir lo que deseamos, o también hacer “lo que quiero” o en forma más egoísta “satisfacer mis deseos”, priorizando la cultura del consumismo frente a lo que se debe hacer de manera colectiva.

De otro lado se volvió costumbre que “cuando dormimos mal, todo puede desestabilizarse; por eso es fundamental saber cómo liberar el estrés” (Marian Rojas Estapé) pero cómo entender que el estrés se ha convertido en un mal asociado a la sociedad, a la cultura, a la tecnología, a la actividad laboral y familiar. Es decir, un nuevo elemento que conjuga desesperación con desajustes emocionales debido a los avatares que enfrenta el ser humano; desestabilización mundial, gobernantes buscando a cualquier costo el premio nobel de paz ; dirigentes que se creen el Rey Midas para cambiar con argumentos nuevos lo que no se ha podido hacer en muchos años; pensadores tratando de modificar lo que siente el vulgo y cómo modificar su ser social; economías mundiales que absorben a las naciones pequeñas haciéndolas endeudar más, es decir, un panorama gris en lo que tiene que ver con la democracia y su estabilización

Otro punto clave que se vislumbra es el impacto de nuestro entorno social, vivimos rodeados de personas que nos mantienen en estado alerta, esto es, estar constantemente en tensión, activando el sistema simpático con el consecuente perjuicio en lo emocional y en lo físico. De ahí que nos encontremos en “la sociedad de la desconfianza” a la que alude Victoria Camps; generado por que desconfiamos de los gobiernos, de los gobernantes, los políticos, los líderes sociales, de las fuerzas armadas, un conglomerado de elementos que rompen las promesas de los discursos, hasta llevarnos a dudar de nuestras propias decisiones aunque seguimos compartiendo el aire, el tiempo, el espacio público en búsqueda de una ayuda en silencio desde lo espiritual hasta lo material que muchas veces no tiene sentido.

Actuamos de forma aislada rosando algunas veces aquello de que “la soledad es una consecuencia de la libertad y de la independencia, pero no sabemos estar solos. Y cuando la soledad llega, nos desarma” (V. Camps), esa orientación nos encierra en ese impacto que no piensa en el bien común, antes por el contrario nos aísla aún más en las burbujas individuales y sociales desconectando esa responsabilidad mutua pues estamos heridos por el egoísmo, exacerbado por la precariedad y el desencanto, sin una propuesta desde el ethos que nos permita sostenernos en ese cooperar, confiar, convivir como gesto filosófico y político para no ceder ante la indiferencia y recuperar esa libertad.

Cómo cultivar pasiones, aficiones o actividades que nos ayuden a tener presente el sentido personal, que nos conecte con nosotros mismos cuando todo vaya faltando, que lo externo sea más importante que los cuidados internos, o tal vez prepararnos para liberar el egoísmo como objeto del ser humano para convertirlo en mecanismo de defensa y destrabar las limitaciones que anulen el sentir de la vida.

 

Estar satisfechos de la libertad que nos brindan los principios éticos y morales, de las leyes y sus normas que la reglamentan, es hacer una reflexión a esa economía social que alimentan la idea que cuanto más deseamos, más libres somos; queda entonces esa dimensión moral que dibuja “la libertad” con el “¿qué debo hacer?, donde podamos incluir al otro con su consciencia, su responsabilidad y ese sentido de interdependencia que crítica el cómo nos sentimos, cómo nos llevamos con los demás, mejorar las relaciones y el paso del tiempo que ello implica.

“Ser humano, criatura asombrosa, ¿quién eres?”. Es lo que se pregunta László Krasznahorkai premio nobel de literatura 2025

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