LEGADO DEL PAPA FRANCISCO

“La esperanza cristiana es invencible, porque no es un deseo. Es la certeza de que caminamos hacia algo que no desearíamos que fuera, sino que ya es.” (P. Francisco)[1]

Después de haber leído varios libros acerca del pensamiento de Jorge Bergoglio conocido como el papa Francisco, elegido en el año 2013 y fallecido en 2025, con la incertidumbre de si este personaje querido por unos y odiado por otros, en efecto desarrollo el pensamiento Jesuita, en especial con la especialidad del pensamiento acerca del discernimiento. Pues dicen los formadores de esta congregación que esta es una de las tareas a las cuales le dan más importancia, caracterizándose por su claridad de oración, pensamiento y palabra.

Es una verdad de a puño que el papa Francisco siempre se destacó por su servicio a la comunidad, preocupándose por sus necesidades no solo materiales sino espirituales, lo que le generó amor y respeto incondicional en los feligreses y en la curia, siendo esto último lo que al parecer lo llevó a que fuera elegido como pontífice.

He aquí un loco sin Dios persiguiendo al loco de Dios hasta el fin del mundo (J. Cercas), ello para resaltar que al inicio de su papado Francisco manifestó que había sido elegido desde un rincón del fin del mundo, refiriéndose a América Latina, desde donde había sido conocido y llevado a Roma para que bajo los rituales del conclave terminará siendo elegido y anunciado con el “habemus papam”, dando así un nuevo paso en la manera de cómo llevar la iglesia, de cómo arreglar los problemas que se le venían desde lo económico, desde la creencia y denuncias de pederastia, ganándose enemigos de todos los pelambres no solo entre los cardenales, obispos, sacerdotes sino con las organizaciones LGBTI y derechos humanos entre otras, denunciando además los desmanes cometidos por los ricos y los poderosos contra las pobres. Aunque la iglesia es una institución compleja, existe una iglesia muy tradicional y otra progresista, una de izquierda y otra de derecha que también criticaban al papa, pues para unos era un revolucionario y para otros conservador.

Es de resaltar que el papa Francisco determinó que el problema de la iglesia es que esta se había encerrado en sí misma, “se había vuelto comodona, autocomplaciente y mundana, y que esas facilidades la habían abocado al desencanto”[2], es decir, había un problema desde lo institucional y de la forma como se estaba dirigiendo el cristianismo a nivel global. Alertó entonces, sobre la cultura del bienestar, del egoísmo multiplicado por lo sensorial y nada espiritual.

«Hay tanta diferencia entre nosotros y nosotros mismos como entre nosotros y los demás», escribió Montaigne, en efecto esa diferencia es notoria entre quienes prosiguen los mandatos cristianos y los que no lo hacen, pues es muy fácil criticar al otro cuando piensa distinto a nosotros, cuando leemos en busca del conocimiento, o de una mezcla de entretenimiento y conocimiento, de placer y utilidad ya que la literatura no proporciona ni sosiego ni certeza pero lo que si hace es generar nuevas preguntas algunas sin respuesta sin que haya vuelta atrás.

Sin ser vaticanista desde el “Evangelii gaudium” (La alegría del evangelio) el papa Francisco mencionó que la humildad es la “regla de oro” por lo que el ser humano debía “abajarse”, dejando a un lado la soberbia, la petulancia, las sofisticaciones, los exhibicionismo y fatuidades, para poder ser parte de la iglesia y cumplir sus relaciones sociales, en especial dar claridad a la alteridad como principio de vida; esta va de la mano con la bondad y que tiene el individuo muy escondida en su propia intelección.

Hablar de discernimiento es entender esa capacidad de distinguir o diferenciar claramente entre dos o más cosas, personas o situaciones, como también percibir con claridad lo que es bueno o malo, lo justo o lo injusto. Así es que está fundado el pensamiento Ignaciano, esto es, ese proceso continuo que se ejecuta no solo en lo individual sino en lo comunitario, pues para los jesuitas el nivel individual lo comprende el escuchar la voz de Dios en sus propias vidas; en cuanto al nivel comunitario, estos se reúnen para discernir las necesidades de la iglesia y del mundo, además fundamentado en la oración, la reflexión y la escucha.

Esa fue la herencia que nos dejó el papa Francisco, la claridad de pensamiento y determinación en sus decisiones, la fuerza impetrada desde el pulpito, bastaba ver sus homilías y predicas del domingo y miércoles en la plaza de la Basílica romana; y aunque el poder del papa es religioso y no político también tuvo injerencia en decisiones internacionales pues llamaba a la calma, a la justicia y a la igualdad, razón por la cual muchas veces hacia de consultor no solo espiritual sino político.

Para terminar, hay que decir que “No es Bergoglio el que ha cambiado; el que ha cambiado es el mundo” (Cercas): que nos debemos tomar en serio la riqueza de la existencia humana, incluyendo en estas las contradicciones y sus aspectos trágicos, lo cual nos da una visión compleja y multifacética de lo real, en aquello en que fundamentamos no solo nuestra creencia sino nuestra propia vivencia como sujetos de cuidado dentro de esta sociedad convulsionada. UN SER PARA EXTRAÑAR.

[1]. Esperanza. Papa Francisco. Ed. Plaza&Janes

[2] El Loco de Dios en el fin del mundo. Javier Cercas. Random House.

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