HISTORIA Y VERDAD. NO SIEMPRE ES LO MISMO

          “Las leyes callan cuando las armas hablan” (Cicerón)

 

Nuestras opiniones sufren modificaciones a raíz de lo anotado en la historia como en los algoritmos, una nueva forma de conocer y reconocer la historia como elemento fundante del pensamiento humano, sin embargo, hay fruentes hostiles que la han distorsionado, adecuándola a las necesidades y contextos actuales.

Hay bestias oscuras que avasallan las leyes de la República y al mismo tiempo otros que se hicieron al poder por la fuerza, ignorando la democracia y la elección del pueblo. De ahí que aparezca la oposición ideológica para destruir los testimonios que de alguna manera permitieron construir la sociedad de la que disfrutamos, o pretendemos que la fuerza de las ideas a veces impuestas son el sostén de la fundamentalidad política e ideológica.

 

Es verdad que hay fuerzas que imponen las ideas a la fuerza que se escriben a veces desde su nacimiento o del desarrollo de su historia, como consecuencia de ese primer texto o versión que fue la base de los hechos para construir una historiografía, esto es, conocemos a los vencedores y vencidos, las buenas y malas estrategias y falsas expectativas que se crearon a través de ello. Pero entonces surge esa cercanía al texto, a la prudencia que este genera o identificando la intención y objetivos de los autores, muchas veces, hechos pasados de generación en generación o en otro momento escrito por quienes estuvieron presentes o se fueron calcando hasta surgir en un objeto escrito.

 

“Apresúrate lentamente” expresaba Suetonio, historiador romano, para indicar que es mejor actuar con cautela y reflexión para no apresurarse, lo que da un sesgo a los objetivos denigrantes o relatos que enaltecen a los patrones, pues realmente nunca sabemos si lo que hacemos está bien o está mal dependiendo de los ojos que miren o los objetivos a alcanzar, lo que es respaldado por las fuentes favorables dejando esos argumentos como simple propaganda de la cual el lector o sujeto activo determina su validez o no.

 

La historia es un proceso dinámico y cambiante influenciado por factores sociales, políticos y culturales dentro de la que circula una verdad real o permanente, una entendida y otra comprendida pero que es diferente según el contexto y el punto de vista de quien relato los acontecimientos. Como consecuencia, se obtiene una narrativa que refleja esa realidad, una realidad que puede ser considerada real mientras que esta se pueda conocer y reconocer dentro de ese contexto de verdades, a veces aisladas y otras apegadas y sustentadas con la historia, pues de ser incomprensible esa verdad y esa historia sería inalcanzable e irrealizable dejando a la sociedad sin el elemento que descifre las voces que escuchan y las que están en pugna constante por el control de la memoria.

 

Pero entonces, cuándo surge esa verdad histórica y para ello nos tenemos que remontar a Heródoto considerado el padre de la historia, quien desde el inicio mostró el dilema de distinguir entre hechos y relatos, entre crónicas y narrativas, entre escritos y orales, o consciencia e inconsciencia. Se solucionó fue con la correlación con el tiempo, fechas, lugares y coincidencias de los relatos. Ahí aparece entonces si podemos hablar de si la historia siempre es la misma o va evolucionando, cambiando de acuerdo a los actores o influencia de las culturas.

 

Las civilizaciones han sido privadas de esa voz de la historia pues se pierden por la inexistencia de fuentes escritas propias u orales que fueron destruidas como consecuencia de la conquista, unos bárbaros que fueron considerados la encarnación del anticristo por aquello de la perdida de la capacidad del hombre de contar sus historias y el derecho que tiene el mundo de conocerlas colapsando la muerte cultural de esos pueblos. Pensamos que verdad e historia no son lo mismo, pero si nos detenemos en esa distorsión histórica muestra una objetividad necesaria o a veces relativa pero que queda sin impresión ni protección de los esfuerzos realizados para obtener un copia o manuscrito o alguna forma similar de dar a conocer esa dinámica histórica.  No hay aquí una censura a la aparición de los algoritmos sino una forma de barrer la historia, una especie de “fake news” que favorecen a los patronos, a los partidos rayando sobre cualquier forma de objetividad y a todos los medios afines, interesados en que los puntos de vista cambien o refuercen ideologías, democracias, dictaduras o tiranías encerrando allí esa estrechez del mundo civilizado. Esa conquista dentro del proceso civilizador que enfatiza los beneficios de la cultura y la religión originaria de los pueblos.

 

 

“Quien controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el pasado”, (frase de George Orwell)

 

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