HAY QUE EVITAR CAER EN EL ERROR DE LA FELICIDAD

    «Hay que evitar caer en la trampa de que existe una felicidad natural que no estamos alcanzando» (Javier Erro)

Desde la antigüedad se conocen estudios acerca de la felicidad y cómo lograrla para que la salud mental no sea ese malestar evitable, o mejor es que “el malestar es otra cosa”. Y es que la felicidad es algo tan simple como disfrutar del momento presente y estar en paz consigo mismo, a veces con poca cosa. En otras palabras, obrar correctamente. (Confucio) De ahí que ese concepto vaya cambiando de época en época, de pensamiento y de interpretación, claro está de acuerdo a las circunstancias en que se viva.

Razón tenía Marco Aurelio en sus Meditaciones al referirse a la felicidad en cuanto a que esta no se encuentra en factores externos, ni en la riqueza ni en la fama, sino en la virtud y el control de las propias reacciones antes los diferentes eventos, pues esta reside “en la ciudadela interior, en la paz y ecuanimidad que se cultivan mediante la razón y la aceptación de lo inevitable”. Y para ser feliz hay que cultivar una actitud serena y racional frente a las dificultades, de la mano con la aceptación de lo inevitable; buscar la armonía con nosotros mismos y con el mundo (virtud de la bondad, la justicia y la sabiduría); de otro lado, estar en ese presente continuo sin preocuparnos por el futuro y mucho menos lamentarnos del pasado; aunado a esto ejercitar la fortaleza interior, entendida como la capacidad de mantenerse fiel a los principios.

Erramos al buscar la felicidad cuando la atamos a la fama, la riqueza o cuando terminamos diciendo que “saldremos de esta”, como si fuera un aditamento más y no una virtud a conseguir con la aceptación de lo que viene e interpretando el momento presente, o con cuál tesis nos casamos para lograr la felicidad plena como el culmen de la existencia. Pero dejamos pasar esas escalas cuantitativas con las cuales pretendemos puntuar los elementos que nos alejan de la obsesionada felicidad, pues con estas se encuentra la tristeza, la amargura, la envidia y el hedonismo con su narcisismo excesivo.

Cómo potenciar ese malestar para reducir aquello que elimina los elementos que conforman la felicidad bien desde el aspecto subjetivo hasta su comprensión materialista con ese marco individualista, pues “sufrimos por causas sociales y nuestro sufrimiento puede activar procesos comunitarios” (Javier Erro), que cimentan circuitos de culpa, y esas deudas complejas que van desde la culpa hasta los reproches, como cuando nos encontramos solos sin comprender que nos hace falta o qué queremos para entender ese caminar de la vida que debe ser sustentado con la responsabilidad y la autocomplacencia.

Ahora bien, la felicidad no se logra por ese giro del malestar que va inmerso en el cambio social y cultural, en ese sufrimiento que tiene y adquiere gran visibilidad, pues el no ser feliz se demuestra, se siente, sale de lo escondido y hasta da vergüenza en algunas oportunidades, frente a lo público y en las conversaciones que se desarrollan con gran parte de la población; la felicidad entonces es completamente inherente al ser humano, con unos procesos que son pertinentes a este y a sus muchas aristas en cuanto a sus avances y retrocesos, dificultades y a veces para bien o para mal al mismo tiempo. La felicidad se legitima desde la libertad, desde el hablar y el pensar o mostrando las experiencias de sufrimiento que permitieron alcanzar la misma, o cuando nos vemos obligados a cuidar esta.

Podemos agregar que la felicidad desde una lógica individualista es tan grande, que lograrla es un deber moral, es el centro de mi sufrimiento si no se realiza y como si fuera poco resuenan las excusas para dejar de sentirnos mal, de propender por una responsabilidad compartida entre las necesidades y cómo se suple; pues no se debe olvidar que las necesidades son de sentido horizontal e importan solo a quien las sufre, y que todo el mundo las muestra de manera horizontal.

Terminando este artículo, para evitar el caer en el error de la felicidad como argumento para seguir viviendo, empezamos por criticar esos mecanismos de culpa que hacen perder esa visión panorámica que se concretan en la vida cotidiana, e igualmente evitar las presiones sociales y su consumismo, logrando con ello erradicar la controversia con sus dificultades y las polémicas llenas de posibilidades.

Nos enfrentamos entonces, a una eclosión de discursos y prácticas que son cuestionables, no acertadas, otras que están por venir y plantearnos interrogantes en esta sociedad  dividida, polarizada, en perfección de una globalización mal entendida, pero que la modernidad ha cambiado la historicidad de la felicidad con sus acontecimientos, frente a una cantidad de ejemplos que nos proponen o tenemos a la vista con los cuales nos piden o damos ayuda de manera respetuosa y horizontal como ese salva vidas al que el ser humano se aferra dentro de esa dinámica de heterogeneidad sectorial y en donde la felicidad marca menores tiempos y ritmos dentro de la construcción de la perfección del ser humano.

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