EN UNA EPOCA DE HIPNOSIS COLECTIVA O DE HIPNOCRACIA

¡Cómo dejar de simplemente “conectar” para aprender las delicadas artes de la escucha arriesgada y la conversación cuidada para revitalizar el lazo social? (D. Najmanovich)

Voy a empezar este artículo con lo que dijo en un escrito la pensadora Suely Rolnik: “Ya sabemos que la familia se ha desmoronado. No es algo nuevo. De ella quedó una determinada figura de hombre, una determinada figura de mujer”, y es por ello que en nuestra sociedad actual nos encontramos en uno de los extremos, en uno está el miedo y en el otro la desterritorialización, a la que sucumbimos por estar encarcelados en la simbiosis de intoxicación social y el familiarismo, lo que nos tiene anestesiados frente a la sensación que vemos del mundo, próxima a una tercera guerra mundial, al declive de los sistemas de gobierno, inexistencia de gobiernos democráticos y el nacimiento cada día de más dictadorzuelos.

Cómo resistir ante esa emoción de mundo, acechados por peligrosos personajes encantadores de serpientes, así son conocidos aquellos que tienen habilidades lingüísticas para convencer a las personas de cualquier creencia y tendencia. Otros lo llaman Hipnocracia, a la que se refirieron Colamedici (filósofo italiano) y Jianwei Xun autor del libro del mismo nombre, entendida como la habilidad que tienen los gobernantes para asumir y sostener el poder, ejemplo de ello son Trump, Milei, Maduro y Petro entre otros, pues tienen esa capacidad de ejercer el control de los estados de conciencia; es decir, la habilidad de poseer las mentes de aquellos que han militado en diferentes corrientes, empleados de todo tipo y además utiliza los campos de fuerza que asimilan cualquier resistencia.

La Hipnocracia nos ha mostrado la fascinación que ejerce sobre nosotros, incluyendo a los que creen y apoyan los gobiernos democráticos, fascistas, dictatoriales o de aquellos que oprimen al ser humano; es decir, la desterritorialización que se muestra fatal ante esa dimensión imprescindible en la creación de ese territorio social y global, siendo esta la finalidad, esa fragilización  que no deja deshacernos irremediablemente del pensamiento de aquellos que gobiernan u ostentan el poder y de quienes lo siguen.

Ese capital social se ha desvalorizado, se encuentra fuera de la escena y sus caminos que esbozan ese apego obsesivo al vacío de territorio y sus innumerables peligros a veces fatales, extremos que nos muestran las diferentes formas de morir del ser humano coexistiendo muchas veces con la irracionalidad de los oprimidos o de los que hacen resistencia. Y es que en esta era de posverdad el poder ya casi no opera mediante la represión, sino mediante la manipulación de la percepción de la realidad, y en la que son especialistas muchos gobernantes, políticos de carrera, presidentes de juntas de acción comunal y hasta promotores sociales, en otras palabras, estamos ante el surgimiento de una nueva forma de control social (Hipnocracia).

Seguimos buscando respuestas a palabras desgastadas y gestamos otros interrogantes, tal ¿cómo evitar que la economía de la atención nos convierta en mercancías sociales?, buscamos ¿cómo desconectarnos de no aprender las artes de la escucha y la conversa ¿, o ¿cómo revitalizar ese lazo social que nos permita el avance entre la lucha de la ultraderecha y la desorientación del progresismo y su pensamiento de izquierda? Y es que esa sensación de destrucción de la esperanza y de la reconstrucción aliviadora, nos tiene en un no retorno que no devuelve la certeza de seres sociales, si no de una amenaza de la conciencia misma apaciguada por la espera de comprender, si existir es estar ligado a la condena de repetir ese infinito ritual de ver mover el mundo con sus diferentes teorías y tendencias, que destronan aquello que pretendemos mejorar o soportar quién sabe hasta cuándo. “Pero en cada retorno he de pagar lo que tu ausencia me causó” (S. Rolnik), superamos ese miedo, ese que no precisa espejo ni espera en alma desterritorializada de la escena en la que marchamos en el universo.

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