¿QUÉ HACE QUE LA VIDA TENGA SENTIDO?
Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: noviembre 6, 2025
“Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente alejado de ella” (Aristóteles)
La vida es abstracta en el momento en que caemos en el vacío o llegamos a preguntarnos ¿para qué vivimos?, de ahí que llega el momento en que conversamos con nuestra propia vida; pero qué es la vida sino ese enfoque fenomenológico que intenta cartografiar eso a lo que se ha llamado el territorio emocional.
Se vive en el momento en que encontramos el sentido, es decir, la llegada de esos instantes que golpean sin aviso, esos que enfrentan una enfermedad, la ausencia de alguien o tal vez la sensación de vacío cuando despertamos. Esto genera una crisis que no son solo psicológicas, sino oportunidades de dialogo con nuestra propia existencia (Masahiro Morioka, Filósofo Japones). De ahí que es a partir del interior desde donde se experimenta en el momento en que respondemos como seres pensantes creativos.
Hay un momento en la historia personal en la que necesitamos enriquecer las experiencias, de allí que “hay una esperanza que no se resigna. Se grita cuando se cree que alguien todavía puede escuchar. Se grita no por desesperación, sino por deseo” (Papa León XIV); al centrarnos en cómo vivimos en primera persona, estamos dando paso a lo que se ha llamado la filosofía de la fenomenología, y al mismo tiempo permitimos en el cómo se siente la vida de manera significativa o vacía, y cuál es el papel de nuestras decisiones, emociones, acciones cotidianas, por lo que no hay una forma de vivir con sentido, sino múltiples paisajes que se muestran dependiendo de cómo miramos y nos movemos dentro de nuestra vida (E. Rodríguez), es como si viéramos la vida desde lo alto de una montaña, muchas expectativas y cambios en la vista dependiendo hacia el lado que giramos la cabeza.
El cómo respondemos a esa pregunta que nos lanza la vida respecto a esas situaciones límite, rupturas, duelo, enfermedad, angustia existencia o agotamiento laboral, lo hacemos con silencio, con rabia o con resignación, indagando cuál es el valor de lo que intentamos contestar. Hay sensaciones profundas que implican la urgencia de la toma de decisiones, el impulso de cambiar o tal vez resolver esa duda para seguir adelante; aquí entonces viene ese diálogo entre la persona y su biografía, de lo que ocurre, de lo que sentimos o responder a lo que se viene en lo que da sentido a la vida y cómo generamos respuestas a aquello que hemos construido.
Qué queda entonces, el deseo de rendirse o sobrevivir, la necesidad de mejorar la calidad de vida, y cuál es el significado de todo. Y de acuerdo al pensamiento aristotélico el aprender no se basa en acumular datos, sino en transformar nuestra forma de ver y vivir el mundo; ello tal vez nos inspire en convivir con la incertidumbre y con aquellos cambios en los que no podemos equivocarnos o inspirarnos para liberarnos de la presión de “saberlo todo” o aprender cosas nuevas y en las que siempre podemos mejorar.
Unos dirían que interpretamos el mito de Sísifo al que alude Albert Camus, es decir convivir con la filosofía de lo absurdo, para entender las interacciones de eso que el entorno nos permite hacer, claro que hay un suelo firme para caminar o una taza para el café o esa vida que ofrece ciertas posibilidades, entre estas: amar, reír, llorar, cambiar, recordar sin retroceder en el tiempo para poder ver la historia completa de nuestra biografía.
Las decisiones emergen de las oportunidades que nos da la vida, pero al mismo tiempo entender que no todas las vidas permiten lo mismo y no todos los momentos nos presentan iguales salidas; lo que objetivamente ocurre es aquello que activamos cuando la vida nos exige una respuesta, por eso “el sentido vital es una geografía subjetiva que se transforma con cada paso que damos” (Morioka), lo que lleva a que no entendemos el valor desde fuera sino desde muy adentro y en el momento en que interactuamos con estas.
Se dijo anteriormente “¿vale la pena seguir viviendo?” o qué hacemos con esta pregunta. Caer en la desesperación, buscar ayuda o seguir en el callejón sin salida o tal vez buscar una forma de explorar la vida o quedarnos con la esperanza, la resignación o la curiosidad o encontrar esos paisajes posibles dentro de nuestra misma biografía o viajar por ese mapa subjetivo que se forma por los paisajes emocionales o de acuerdo a la dirección en la que llevamos nuestra existencia.
Cada quien gira sobre sí mismo en la cima de una montaña, cada actitud vital (esperanza, miedo, rebeldía, gratitud) revela una imagen distinta de la vida. Solo vemos una a la vez, pero podemos imaginar las demás. (E. Rodríguez)

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