"FILOSOFÍA, PEDAGOGIA E INVESTIGACIÓN"

DIOS SER O NO SER

Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: abril 18, 2020

“Cree Ud. en Dios?

Creo en el Dios de Spinoza” (Einstein)

No pretendo meterme en camisa de once varas, sin embargo, la situación actual nos lleva a preguntarnos acerca de nuestra espiritualidad, reforzada por nuestra existencia de un Dios o para otros de una fuerza universal o el nombre al que a ello se le dé.  Lo que, si es cierto, es que en este momento actual de la sociedad muchos han reforzado o negado dicha realidad.

Ante la avalancha de teorías acerca del origen del coronavirus, unos dicen que los chinos, otros que se escapó de un laboratorio, otros que fue puesto allí por Estados Unidos, que la economía, los efectos de este en la sociedad, en el hombre, es decir, un montón de argumentos que la verdad sea dicha no se ha podido explicar su origen; de otro lado, algunos aseveran que es un castigo divino, que la tierra necesitaba este para concientizar a sus ocupantes sobre los daños y excesos, reitera esa teoría de la incertidumbre y la crisis que ello produce.

 

Ahora bien, entender la existencia de ese ser superior y al mismo tiempo aceptarlo es un concepto criticado por muchos, repudiados por otros tantos e incomprensible para algunos, lo que, si es cierto, es que cada individuo dentro de su propia intelección aceptará o negará a ese Dios, lo que sí es irrefutable en palabras de Santo Tomás es un principio de fe, valor que cada ser humano dará a ello.

 

Sería entonces darle cabida a ese Dios descrito por Baruch de Spinoza, un filósofo holandés, uno de los grandes racionalistas del siglo XVII; quien aseguraba que en vez de estar rezando y dándose golpes de pecho, hay que salir a disfrutar la vida, cantar, divertirse y disfrutar de lo que se hace; no buscar culpables de nuestra miseria o de lo que sucede, no sin antes haber buscado en nuestro interior, analizar qué es lo que está mal, ni hacer interpretaciones acomodadas de las escrituras, pues ello lleva a desdibujar la creencia en ese ser que para unos es castigador, para otros todo amor, y otros que lo veneran con el amén, amén (creer y confiar según los hebreos).

 

Si ahora enfrentamos una angustia existencial, problemas sociales, aumento en algunos delitos que no han sido medibles, que generan caos en el comportamiento del ser humano, (desórdenes mentales, bipolaridades etc.), lo que sí es claro, es que el coronavirus trastocó nuestro ser, la existencia, actos y vivencias, esa cuarentena obligada nos hace estar en un permanente análisis de la existencia del individuo, lo que se viene también es paradójico, y es a lo que se le ha llamado gaslighting social, “es una forma de abuso psicológico que consiste en presentar información falsa para hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción o de su cordura” (V, Hiraldo), aquello que nos quiere volver a la realidad, una pandemia que se acabó pero sigue latente en el ambiente, una economía reparada cuando dejó demasiados huecos por llenar, unas relaciones sociales reestablecidas cuando quedó duda y temor.

 

Otra vez, se recurre a la espiritualidad como esa fuerza que permite equilibrar unas fuerzas y restablecer otras, llenar argumentos de buen vivir y de soportar lo insoportable, de comprender por qué apareció el virus y se llevó una parte de nosotros, sin devolvérnosla completa; ¿cuándo entonces comprender que el ser humano requiere de esa realidad necesaria para continuar su existencia, regresar a esa zona de confort, y entender si el coronavirus fue un mal necesario en este mundo convulsionado e irracional?.

 

“No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… «. (Spinoza)

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