DE REGRESO A LA OCIOSIDAD Y EL ARTE DE NO HACER NADA

     “La ociosidad es el fin último de la humanidad”. (Byung-Chul Han)

No sé si es necesario para el hombre buscar la ociosidad como revolución, pues desde allí se tiene el silencio con el cual se calma el repensar la existencia o comprender el arte de no hacer nada, aunque esto no es una excentricidad si puede ser una necesidad urgente, con lo que evitaríamos el estar corriendo de un lado para el otro todo el día.

Esa atmósfera que nos dirige sin respeto y sin silencio en un ritual hacia una vida más contemplativa como argumento lógico para producir esa realización como búsqueda de la perfección del ser humano, no sin antes explotar como punto de quiebre entre el móvil inteligente y aquello que nos controla.

 

Es una república de los vivos a la que estamos llamados a mezclar entre tradición regional y crítica social, o a defender esa herencia con humor y profundidad cultural del derecho a la pereza, o “ese derecho a parar como antídoto frente a la explotación (Paul Lafargue), también a encontrar la política del descanso (en un pueblo de Antioquia aparece institucionalizado el día de la pereza), para que se pueda hacer lo que se quiera, leer poesía, escribir, meditar o solamente tirado sobre un colchón como la forma más pura de ociosidad, para culminar en una contemplación serena entre la productividad y la siesta que no cambia nada.

 

Y que hay del argumento de que el proceso de ociosidad y no hacer nada es mucho más que poner palabras en una página o que la disciplina mental es necesaria para asistir a los beneficios mentales y físicos que se tienen. Claro que para muchos es un argumento válido, para otros es una analogía entre el pasado y sus habilidades o en lo que dejamos de cultivar como poderes superiores de la mente.

 

Se ha incentivado la pereza, la ociosidad o el no hacer nada como manera de acercarnos al momento saludable de lo físico y lo mental del ser humano; o será que está de moda esa era en donde el individuo se aferra a descubrir lo que hay en el nuevo mundo, o en que se está muriendo con el paso del tiempo, o renacer nada más y nada menos con la comprensión de la nueva posmodernidad.

La comunidad cambió desde hace mucho, en especial después de las consecuencias del COVID 19, en donde muchas personas comenzaron a crear vídeos, otros a la lectura de los libros favoritos o se impusieron retos que van desde lo culinario, a lo motivacional o a la ayuda mutua, buscaron otras formas de entretenimiento, buscar nuevas emociones o alimentar aprendizajes a lo largo de los meses.

 

Un nuevo mundo surgió pues la productividad se valoró más que nunca y la idea de no hacer nada suena como un lujo inalcanzable y también perder el tiempo para fortalecer el bienestar personal, fomentar la creatividad, innovación e inspiración. El cerebro como músculo demanda descanso para funcionar a su máxima capacidad y esto hace que pueda relajarse y procesar la gran cantidad de información para el que fue creado, ese permiso de divagar sin una meta específica ayuda a conectar ideas y generar nuevas expectativas.

 

Convertir el placer en este ajetreado mundo de ocupación y producción, en importancia para recordar que necesitamos tiempo para relajarnos y no hacer nada, pues el ocio sin propósito es beneficioso para el bienestar del hombre, además nos permite conocernos mejor a nosotros mismos y poder explotar las pasiones más profundas. De otro lado, hay placer al desconectar de las tareas, de la rutina y de lo que amarga la existencia y vivir el presente en este mundo lleno de distracciones digitales, preocupaciones, responsabilidades diarias y obligaciones constantes para encontrar ese acto liberador pleno y consciente.

 

“No hacer nada nos invita a ser conscientes del momento presente y a disfrutar de las experiencias simples que nos brinda la vida”, es esa experiencia que pocos nos permitimos disfrutar, para tomarnos ese simple momento de estar fuera de la presión de la sociedad actual; dejar la ocupación y el cumplimiento de metas como récord de competencia y productividad.  Es un regalo al que tenemos derecho para la desconexión y cuidar la salud mental y emocional, sin sentir culpa por ese tiempo libre dedicado al no hacer nada y recargar la subsistencia para hacer frente a los desafíos diarios, recargar energía y encontrar la claridad mental.

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