¿DÓNDE ESTÁ LA GENTE BUENA?
Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: noviembre 19, 2025
“¿Por qué la bondad ha caído en el descrédito y tiene ahora una reputación almibarada?” (Irene Vallejo)
No somos islas, sino hilos entretejidos para aseverar que el hombre está en una competición en donde la lógica, ya no tiene lógica, en donde prima más el ser exitosos a cualquier precio, en donde el triunfo a pulso ha quedado en un segundo plano. Por ello al margen de toda la sociedad nos encontramos a diarios con aquellos que nos rodena y que son rivales, que nos muestran los dientes pareciendo débiles antes estos.
Pensaríamos que nos ganó la ingenuidad, que no ponemos límites y muchos menos que el problema es de nosotros; un argumento en donde la imbecilidad del mundo es una deficiencia de carácter o mejor nos exhibe una insignia de perdedores. Somos fascinados tras siglos de misterio, de imperio del mal sobre el bien, de historias mal contadas para justificar el abuso o buenas intenciones o a veces escuchamos palabras cursis, remilgadas y hasta paródicas para disfrutar del almíbar de la bondad o también de esa reputación aburrida que ha ganado el ser humano, que nos ha convertido normalizadores de una moral pusilánime.
Recordando las palabras de la poeta española Gloria Fuertes; “A mí solo me erotiza la gente buena”, vemos que el ser humano solo piensa en lo “bello” lo “bonito” que de acuerdo a su raíz latina difieren a diminutivos de “bueno”; episódicamente devalúa el verdadero sentir, un sentir carismático de lo contrario o mejor se premia la agresividad, esa guerra de todos contra todos, dejando la ortodoxia de la victoria sobre ese prójimo que es la medida de todas las cosas, pero que sobre vive de una manera feroz.
Cuál es el magnetismo del prestigio que el individuo trata de adherir a su vida, a ese término de lo bueno, del bienestar o mejor encontrar el sentido económico de su vivencia, pues a eso nos hemos volcado. El pronóstico apocalíptico del hombre actual e3s una incertidumbre total, un diagnóstico hacia el fatalismo en donde no observamos lo bueno o lo bonito sino lo peor y aunque parezca que alrededor hay una gran cantidad de gente que es buena a diario (Vallejo), que pasa inadvertida pero que esa competencia los desacredita ante la forma de como debe funcionar el mundo.
El filósofo romano Séneca, vivió marcado por una salud débil y la necesidad constante de asistencia, en una de sus cartas evocaba: “Todas las incomodidades del cuerpo, todas sus angustias y borrascas han pasado por mí”, haciendo conciencia que tanto la debilidad como la enfermedad hacen parte de nuestras vidas; se asusta entonces la vulnerabilidad ajena sino también la propia, no se acepta el ser frágiles y muchos menos ser insuficientes, ni tener fortaleza o también estamos aislados en un estado de independencia disfraza, con una seudo confianza y éxito almibarado, en una carrera despiadada en la que se niega la alegría y por ende los actos generosos.
“Siempre he dicho que la idea y la práctica del Ubuntu es uno de los mejores regalos que África le ha hecho al mundo” (Desmond Tutu), siendo este el argumento para precisar que la palabra Ubuntu hace referencia a que el ser humano en solitario no tiene sentido, y en consecuencia nos invita a ver al otro como ese complemento para desarrollar la vida personal y construir con base en la relación con los demás. Ahí es donde se conoce la gente buena, no en un sitio físico específico sino en todas partes, aquella que demuestra cualidades como la compasión, la amabilidad y el respeto. De ahí que la gente buena se conoce por sus acciones a veces de manera discreta y a veces públicamente, priorizando los valores que la hacen sentir cómoda o tal vez haciendo sentir cómodos a los demás, olvidándose de su propia persona.
Ahora bien, surge el interrogante del ¿qué puedo aprender de los demás?, cuál es el valor de las demás personas y qué me aportan a mi vida, o el actuar de forma compasiva, bondadosa y humilde sin importar el dónde y cómo, tratando de construir un mundo con esencia para procurar que todos seamos buenos y la gente buena tenga su sitio de encuentro.
“El sumo bien es inmortal, no sabe irse sino lo echan, no causa fastidio ni arrepentimiento, porque el ánimo recto jamás se altera” (Séneca)
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