LA IA MARCA EL CIERRE DE LA ERA DE LO ESCRITO Y EL RETORNO A FORMAS DE ORALIDAD DIGITAL
Posted by: Diego Mario Zuluaga O. on: noviembre 27, 2025
En las últimas décadas la humanidad ha vivido un tránsito acelerado desde la cultura del libro impreso hacia un ecosistema comunicativo dominado por pantallas, redes y algoritmos. En este contexto, la inteligencia artificial no solo transforma la manera de producir información, sino que reabre la tensión entre lo escrito, lo oral y lo digital que ha acompañado a la filosofía desde sus orígenes. El filósofo alemán Wolfram Eilenberger ha planteado que con la IA se cierra la época de lo escrito y se inicia una nueva era de oralidad mediada por tecnologías inteligentes, lo que obliga a repensar qué significa hablar, escribir y dialogar en el mundo contemporáneo.
Eilenberger sostiene que la expansión de la inteligencia artificial aplicada al lenguaje señala el final de una etapa histórica en la que la escritura era el soporte privilegiado del pensamiento filosófico y científico[1]. En su lectura, los grandes modelos lingüísticos y los sistemas automáticos de redacción muestran que las máquinas pueden imitar con creciente eficacia el estilo, la estructura argumentativa e incluso la erudición de buena parte de la escritura académica, especialmente aquella de orientación analítica. Por eso afirma que ciertas formas de filosofía excesivamente técnicas y formalizadas serán fácilmente replicables por la IA, lo que obliga a desplazarse hacia modos de pensar más vinculados con la experiencia, la narración y el diálogo vivo[2].
Esta transformación se relaciona con la brecha entre lo escrito y lo oral. Durante siglos la escuela y la universidad privilegiaron el texto escrito como criterio de rigor, mientras la oralidad se consideraba un medio secundario o menos elaborado. Sin embargo, Eilenberger ve en la nueva situación una oportunidad para recuperar la tradición oral del pensamiento filosófico, basada en la conversación, la pregunta abierta y la interacción cara a cara, frente a una cultura de las “respuestas rápidas” que las máquinas multiplican hasta el vértigo.
A la vez, entre la escritura y la oralidad se ha abierto un tercer espacio: lo digital. Las redes sociales, las plataformas de video y los asistentes conversacionales crean un entorno de comunicación marcado por la inmediatez, la fragmentación y la circulación masiva de mensajes que se asemejan a la oralidad, pero quedan fijados en soportes escritos y audiovisuales. En este entorno digital, la voz se transforma en datos, la escritura se automatiza y el diálogo corre el riesgo de convertirse en monólogo amplificado, donde cada usuario busca confirmar su propia posición más que escuchar al otro.
Eilenberger advierte que muchas interacciones en redes y plataformas se presentan como diálogos, pero son en realidad monólogos dirigidos a un público anónimo, basados en la exhibición de opiniones más que en la búsqueda conjunta de verdad. La IA, en particular los chatbots, intensifica esta ilusión: reciben preguntas y devuelven respuestas fluidas, pero carecen de la vulnerabilidad, la duda y la responsabilidad que caracterizan al diálogo humano auténtico. Esto configura una brecha entre lo oral humano —con su tono, su cuerpo y su contexto— y la pseudo‑oralidad digital, donde la conversación se vuelve un intercambio de textos y voces simuladas, optimizadas para la velocidad y la eficiencia.
Por otra parte, la IA refuerza también nuevas desigualdades en el acceso y uso de la palabra. No todas las personas ni todas las comunidades disponen de la misma infraestructura digital ni del mismo dominio de las tecnologías de lenguaje, lo que amplía la distancia entre quienes pueden servirse de la IA para potenciar su escritura y su expresión oral y quienes quedan relegados a formas más precarias de comunicación. Esta brecha digital se superpone a las brechas tradicionales de alfabetización lectora y escritora, configurando un mapa complejo de exclusiones simbólicas en el que la promesa de democratización choca con la realidad de los algoritmos y las plataformas.
Frente a estas tensiones, el pensamiento de Eilenberger invita a reivindicar el valor del “arte de preguntar” y del diálogo como práctica formativa. En lugar de aceptar sin crítica una cultura de respuestas automáticas, propone que la filosofía y la educación se orienten a cultivar espacios de conversación donde la oralidad, la escritura y los medios digitales se integren de forma reflexiva, consciente de sus límites y posibilidades. Más que renunciar a la escritura, se trata de situarla en relación con otras formas de lenguaje —la voz, la imagen, el gesto— y de usar la IA como herramienta que complemente, y no sustituya, la experiencia humana de pensar conjuntamente.
La brecha entre lo escrito, lo oral y lo digital en el mundo de la IA no es solo tecnológica, sino también filosófica y ética. A partir de Eilenberger[3] puede decirse que se entra en una nueva época en la que la escritura deja de ser el único horizonte del pensamiento, mientras la oralidad y la interacción mediada por máquinas reconfiguran la forma de preguntar, responder y aprender. El desafío consiste en evitar tanto la nostalgia por la era del libro como la fascinación acrítica por la inteligencia artificial, y en construir una cultura del diálogo donde lo escrito, lo oral y lo digital se articulen al servicio de una vida más consciente, libre y responsable
[1]. Eilenberger, W. (2023, 3 de junio). Estamos ante el final de la humanidad tal como la hemos conocido en los últimos 3000 años
[2]. Benjamins R. (2922, 10 de septiembre) La Influencia de la Inteligencia Artificial en la Escritura
[3]. Eilenberger, W. (2023, 30 de marzo). Eilenberger, un filósofo contra la empatía: La idea de que facilita el diálogo está equivocada El Confidencial.
noviembre 27, 2025 at 4:32 PM
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noviembre 27, 2025 at 4:38 PM
gracias por leerme y compartir con sus contactos
tiene algún interrogante??