EL MUNDO DE LOS FILOSOFOS EN EPOCAS DE PANDEMIA
Posted by Diego Mario Zuluaga O. on mayo 16, 2020
Parafraseando a Kant, la labor del filósofo es ayudar a la gente del común a pensar de acuerdo a los fenómenos sociales que se vayan presentando, y en verdad el mundo que conocemos cambiará a partir de la concepción de la influencia del coronavirus en la sociedad actual.
«Lo que hizo la pandemia fue expresar problemas del mundo actual, mostrar situaciones inviables» (A. Grimson), y es de ahí en donde se puede comprender la incidencia de ese fenómeno natural en el comportamiento social, mientras unos gastan otros guardan, unos se cuidan y otros se degeneran, hay quienes cumplen el confinamiento y otros lo contrario; es decir, eso de obligatorio no lo tiene para un gran número de personas.
Es una distopía en lo que queda después y a la que alude Emilio Carrillo, esto es, esa realidad que conocemos con sus utopías que no cuadran frente a lo queda después de una crisis; la historia se repite cíclicamente, recordemos que la última peste conocida y de catástrofes mundiales fue la gripe española en la década de 1910, y a pesar de ello no se hizo caso a esas enseñanzas, desorden, injusticia, muertos por doquier, ausencia del Estado, y hoy entre otras cosas tenemos aumento de enfermedades crónicas, crisis en la salud mental y lo más indignante, la creciente desigualdad de ingresos, aunado a ello los despidos de los empleados, empobrecimiento de empresarios, empresas cerrando. Se presenta una vulnerabilidad desde la salud hasta las estructuras mínimas sociales, desproporcionadas capacidades para responder a la pandemia y otras tantas consecuencias, que minan el pensamiento del ser humano y la forma de comprender las mismas.
Bien sabido es que el sentido común se afecta con la crisis, y la forma como enfrentemos estas indicará el camino a seguir para solucionar aquellas situaciones que atentan contra la armonía integral del hombre; pero en lo que más incidirá es en el aumento de la crisis económica de la mano con ese pánico que genera el síndrome de la incertidumbre, la invención de ese estado de excepción emocional frente a las limitaciones del funcionamiento de la vida cotidiana, además los monopolios y excesos nacionalistas se exacerban frente a la indolencia de los gobiernos.
Hay que actuar más globalmente y con responsabilidad, (Harari), mantener la calma, recuperar lo que se ha llamado cohesión social y de ahí es donde surge la importancia de la filosofía, pues hay que poner orden a ese caos, combatir el temor y el miedo, y responder a las preguntas urgentes del ser humano.
¿Qué análisis hacer a nuestro país o qué esperar después de la pandemia?, ¿qué afectó al ser humano este fenómeno, como para pensar que renaceremos de las cenizas?, ¿fue suficiente la crisis económica generada como para aliviar la brecha de la desigualdad social?, ¿fue suficiente el habernos quedado en casa mientras que otros desobedecieron el confinamiento obligado? Lo que, si es cierto, es que, a raíz del coronavirus y su pandemia, su ineficacia en evitar el contagio y su propagación, las medidas económicas decretadas sin consultar la realidad nacional, nos llevan a reinventarnos, a cambiar las formas de producción, privilegiar el vínculo entre las personas para generar una empatía social, en promover una democracia más participativa y en donde no sea un solo sector de la sociedad quien legisle; queda claro que «No es una utopía. Es posible que esta no sea la última pandemia del siglo XXI, sino la primera», manifestó Harari en una entrevista que se le realizó, por lo que tenemos una oportunidad en la historia para resignificar la idea de ciudadanía, perfeccionar nuestra democracia y poner los límites institucionales que no se tienen hace mucho tiempo atrás, para gobernar con disciplina y evitar las catástrofes sociales que nos dejará el coronavirus, con sus consecuencias dolorosas y secuelas positivas.
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