EL TIEMPO DE LA VIDA Y CÓMO RECUPERARLO
Posted by Diego Mario Zuluaga O. on septiembre 1, 2023
“El «para» –es decir, la utilidad y el provecho– es el nuevo ídolo de nuestro tiempo: nada se hace sin que eso que se hace encierre un beneficio determinado”. (Gonzáles Serrano)
El tiempo perdido no se recupera, pero el saber administrarlo sí presenta resultados desconocidos. Sin embargo, a ese tiempo se le mide de acuerdo con la productividad y a la calidad de este. De otro lado, al rebelarse contra el tiempo es detenerse para enfrentar los motivos que no hacen rentable el mismo.
Lo raro es que esa rentabilidad está supeditada a la hiperproductividad, al igual que a la dinámica del consumo, a los estándares y a la vertiginosa y anestesiante rapidez, esto es, ese paseo y el deambular por los tipos de finalidad, bien sea el trabajo, el estudio, una terapia y hasta estar junto a los amigos.
“Esta percepción de la realidad como un escenario en el que siempre se gana o se pierde lo ha convertido, a su vez, en un lugar inhóspito y hostil” (Gonzáles S.), en el cual lograr el éxito, aprovechar las oportunidades y la búsqueda de ese continuo rendimiento no es viable; evitar el fracaso (como una no adaptación a lo exigible, expectativas, fama, dinero), nos encontramos frente a una entusiasta ilusión de libertad (Chung Hal), donde todo se explota, las prácticas y emociones son comunicables, de lo que podemos liberarnos cuando aceptemos lo que nos puede liberar.
Ahora bien, qué es todo lo que hemos dejado atrás, qué fue aquello que nos explotó y nos condujo al síndrome de la intelección del tiempo, como elemento fundante de esa liberación al amo y al esclavo, o qué fue lo indisociable que muestra una sociedad estresada, sin autoconservación o cuál fue ese rendimiento insólito.
“¡Siempre lo mismo! ¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siempre el camino rectamente marcado!” (A. Pizarnik), para afectivizar las normas e ideales sociales, y lograr esa proximidad relativa que nos lleva hacia la eficiencia, entendida esta como la capacidad del ser humano para mediar entre el tiempo, el producto y el resultado, contribuyendo a la transformación del instrumento que sirva como diagnóstico de nuestra época, en la elocuencia de lo diario como en la incursión de los sistemas que administran el tiempo.
El mundo está desprovisto de esos valores que trascienden lo pecuniario, la resistencia y apoyo militante de la sociedad; esa mirada de comerciante en la que se ha convertido el tiempo al igual que aquello que lo mercantiliza, que extrae el rendimiento, pero esa realidad ha sido mediatizada por aquello de los engranajes y retórica del mercado. Surge lo que se conoce como el administrar los afectos o potencializar la vida anímica y su maximización. Reivindicar y recuperar la vida y sus tiempos en una dinámica económica, pero al mismo tiempo comprender que el hombre contemporáneo se ha “transformado en el esclavo de la máquina que él mismo construyó” (H. Sloterdijk), haciendo necesarias la continuación de las actividades económicas que a los ricos sirven para su propósito, o en donde lo divino sobrepasa la pobreza, o lo externo que adquiere un significado en la medida en que favorezca los fines de la vida.
Inmersos dentro de ese panorama hacia un camino sin rumbo, es en lo que el tiempo se ha convertido desde un acto político hasta la reivindicación de la libertad, desde el espacio intersocial hasta la inferencia de la independencia y la autonomía, hacer caso omiso a los tumultos del exterior sin que se les preste atención en el mundo interior y en donde se pierde el ser humano y sus consecuencias. Es por ello, que la vida discurre despacio, la generosidad, la amistad, el amor, el paseo o la lectura piden y necesitan una dinámica de los nuevos tiempos, sin agendas ni relojes, lo que significa rebelarse, para encontrar tiempo para la eternidad.
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