EL NARCISISMO DE LOS GOBERNANTES, UN CONTAGIO MUNDIAL
Posted by Diego Mario Zuluaga O. on febrero 8, 2025
Las decisiones, planes y acciones de gobierno, de dirección, de gerencia empresarial y de liderazgo social o religioso, tienen mucho más que ver de lo que se cree con las características de personalidad del gobernante, del gerente o del líder, que con sus propias políticas o planes. (Miguel Bettin), de ahí que se comience a buscar esa triada oscura de la personalidad de aquellos a quienes hemos encargado de gobernarnos o dirigirnos políticamente.
Para empezar el narcisismo es un trastorno de personalidad que afecta la salud, la política, la economía y hasta la sociedad. Basta recordar el mito de Narciso (hijo de la ninfa Liríope, el adivino Tiresias predijo que su perdición sería su propia imagen) en la mitología griega para comprender que este se enamoró de su propio reflejo, pues era una persona muy hermosa hasta el punto que murió mirándose en el agua.
Ese trastorno hace que se tenga un concepto exagerado de la propia importancia, como también una falta de empatía por los demás y como si fuera poco una necesidad de admiración que raya con la exageración. Al recorrer la historia encontramos personajes como Enrique VIII (obsesionado por el poder); María Antonieta (se creía por encima de la ley); Napoleón Bonaparte (obsesionado con su grandeza); Benito Mussolini (el único que podía salvar a Italia); Stalin (se creía el padre de las naciones): Hitler con sus creencias de superioridad y así seguir con muchos otros entre los que se encuentran Donald Trump que ahora pide “traer a Dios de regreso a nuestras vidas”; Nicolás Maduro (salvador de Venezuela) y Gustavo Petro (quien vino a cambiar a Colombia con sus ideas retrogradas de socialismo reencauchado).
La pregunta es si esos personajes se encontraban o encuentran actualmente bien de la cabeza, su salud mental y sus sicopatologías están bien como que sus ideas determinen los planes que conciben, si las ideas están bien construidas o la forma de cómo piensa desarrollarlos tienen coherencia con sus planes, con lo que dicen los opositores o si la manera en que los presentan es acorde con la forma de cómo lo expresan (parecieran borrachos o drogados algunos).
Es que siguen surgiendo dudas de si los gobernantes que tenemos viven dentro de una oscura personalidad que suele ser dañina y destructiva, o si desarrollan la filosofía del narcisismo, el maquiavelismo o la sicopatía, una triada peligrosa que en nada se compara con los rasgos de una persona normal y que lleva a resultados dramáticamente fatídicos. Basta verlos hablar con su astucia para manipular, locuaces en su expresión y engañosos para lograr sus propósitos. En esencia son sujetos que muestran impacto y hábiles para persuadir utilizando tácticas engañosas y seduciendo a quienes los siguen como libertador, pero son inescrupulosos y sin miedo a sacrificar a quien los rodean e incluso le han sido fieles.
Pero entonces cómo admirarlos, elogiarlos o reconocerlos si a todas luces sus exageraciones e importancia desmedida tergiversan la percepción inclusive de quienes votaron por este o los eligieron en representación de unos ideales que se desdibujaron con los resultados obtenidos hasta el momento. Al escuchar sus discursos explicativos incubados de resentimiento y odio frente a quienes los han ridiculizado o peor aún se oponen a sus brillantes ideas o planes, pero lo peor viene después van maquinando la venganza bien de manera personal o institucional, quitando o poniendo alfiles sin ton ni son, cambiando o reformando entidades es decir ese componente sicopático que aporta elementos de crueldad y placer.
Lo más grave es que la historia ha demostrado que quienes sufren de este trastorno generalmente consumen alcohol y otras drogas de forma adictiva, y a partir de allí en esos trances buscan soluciones a los problemas de las empresas, de las entidades y gobiernos, inclusive de la sociedad, del país pues miran con desdén el papel que se les ha encargado, sin percatarse que con ello desdibujan la imagen que en un principio utilizaron para subir al poder, el problema se presenta en que la gran mayoría de esos individuos aceptan que sufren un trastorno y no requieren tratamiento siquiátrico.
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