“Entonces evocarás la frase de Gustav Mahler: “La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la transmisión del fuego”. Y esa será tu tarea esencial. Transmitir el fuego.” (J. C. Botero)
En estos tiempos modernos la literatura ha evolucionado hasta el punto que nos lleva a cuestionarnos desde el origen del orden social y su papel en el individuo, igualmente interpretar a Dios y su religión, la búsqueda de las raíces de la felicidad como también la desgracia, el infortunio y hasta el desamor. Es decir, está en todos los campos de la interacción humana no solo entre los hombres sino entre las naciones.
La situación se vuelve interesante cuando la literatura se utiliza para interpretar los gobiernos y sus políticas, pues esta es base del recuerdo de la historia, de cómo nació y evolucionó la escritura y como esto permitió la aparición de lenguajes y dialectos; como también la evolución de la escritura de novelas y sus argumentos, su adecuación a los problemas sociales e individuales y cómo llevó a que la población se cuestionara sobre la persecución, el acoso y censura de sus contenidos, además que esta sea criticada y censurada, ejemplos de ello conocemos muchos.
Razón tiene Juan Carlos Botero al manifestar que “la gran literatura lleva a cuestionar” esos estados totalitarios donde se violan los derechos humanos a la vista del mundo y la sociedad, sin que se haga nada al respecto, pues es ilógico que se quiera controlar la vida de los súbditos.
Hablar de una literatura que fluye en las sociedades libres y abiertas, que comparte no solo los estados autócratas, sino que a menudo afecta a las sociedades democráticas, volviéndose complaciente y con resignación, pues viene de un espíritu insatisfecho e inconforme, y ralentiza la marcha y el progreso de la humanidad; y ¿qué pasa cuando combinas el orden de las ideas, la correcta escritura, y la belleza léxica ¿ y encontramos que de acuerdo a los principios foucaultianos, nos lleva a un orden normalizador en las ideas y por ende una correcta escritura.
Y es que al actualizar lo que se conoce como el fenómeno del espíritu, comenzamos a ver que en efecto la literatura es subversiva, ya que, en la práctica, la literatura tiene que ver «con lo que cada uno de nosotros quiere de la vida» y «entra en íntima relación con nuestra existencia concreta, con sus tensiones esenciales, con sus deseos y sus significados» (papa Francisco); de ahí que con cada invento de la civilización y el esfuerzo en búsqueda mejorar aspectos importantes de la existencia del ser humano, nace esa chispa de inconformidad e insurrección, base suficiente para sospechar de dónde viene la subversión de la literatura, su origen y sus consecuencias si no las amalgamos a la distintas sucesos que se han convertido en intolerables.
Para responder adecuadamente a esa sed de interpretar y comprender la literatura actual, a la presencia de nuevos escritores capaces de mover la sociedad y sus consecuencias, tendemos a saciar esas propuestas que han sido alienantes para encontrarnos con el ser “hecho hombre, hecho historia” (P. Francisco), es así que el conocimiento de la literatura poder hacer que los estudiantes, futuros profesionales y público en general sean más sensibles a lo humano, a la humanidad y los planes que se derramen por aquello de la energía universal.
Aunando todo lo anterior, el trabajar en las tareas literarias, en la lectura y escritura, rompiendo los paradigmas y aprendiendo a contar a los cuentos como medio de comunicación, se pulirá y perfeccionará los yerros que traemos desde la escuela, para llegar a algo inevitable, como es la sinfonía de la vida y su aprendizaje, esa sensación que de que las cosas son como son y que por el contrario no se silencie esa sensación de gratitud que queda después de haber leído un buen libro y comprenderlo en su totalidad, para almacenarlo en el rincón más profundo de la mente para traerlo a colación cada vez que se recuerden sus pasajes y argumentos.
No podemos dejarnos silenciar la imaginación y mucho menos la protesta y el pensamiento crítico, cuando nos invada esa sensación de inaceptación y falta de plenitud y que nos dirige hacia el colmo de no ver lo que afecta no comprender la literatura se vuelve subversiva cuando va en contra de aquello que nos mueve, pero nos confirma que tenemos un punto de vista más personal; que encontramos recursos más narrativos e innovadores; nos acerca al realismo mágico y en consecuencia nos permite entender los temas de actualidad y los problemas que nos agobian como la globalización, la raza y sus géneros, la desigualdad, el medio ambiente, el terrorismo y sus guerras, a los cuales se han desbocado los escritores contemporáneos.